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sábado, 30 de abril de 2016

Sin noticias de Gurb


DÍA 9

0.01 (hora local) Aterrizaje efectuado sin dificultad.
Propulsión convencional (ampliada). Velocidad de aterrizaje:
6.30 de la escala convencional (restringida).
Velocidad en el momento del amaraje: 4 de la escala
Bajo-U1 o 9 de la escala Molina-Calvo. Cubicaje: AZ-0.3.

Lugar de aterrizaje: 63Ω (IIβ) 2847639478363947
3937492749.

Denominación local del lugar de aterrizaje: Sardanyola.

07.00 Cumpliendo órdenes (mías) Gurb se prepara
para tomar contacto con las formas de vida (reales y
potenciales) de la zona. Como viajamos bajo forma acorpórea
(inteligencia pura-factor analítico 4800), dispongo
que adopte cuerpo análogo al de los habitantes de la zona.
Objetivo: no llamar la atención de la fauna autóctona (real
y potencial). Consultado el Catálogo Astral Terrestre Indicativo
de Formas Asimilables (CATIFA) elijo para Gurb la
apariencia del ser humano denominado Marta Sánchez.

07.15 Gurb abandona la nave por escotilla 4. Tiempo
despejado con ligeros vientos de componente sur; temperatura,
15 grados centígrados; humedad relativa, 56
por ciento; estado de la mar, llana.

07.21 Primer contacto con habitante de la zona. Datos
recibidos de Gurb: Tamaño del ente individualizado, 170
centímetros; perímetro craneal, 57 centímetros; número
de ojos, dos; longitud del rabo, 0.00 centímetros (carece de
él). El ente se comunica mediante un lenguaje de gran
simplicidad estructural, pero de muy compleja sonorización,
pues debe articularse mediante el uso de órganos
internos. Conceptualización escasísima. Denominación
del ente, Lluc Puig i Roig (probable recepción defectuosa
o incompleta). Función biológica del ente: profesor encargado
de cátedra (dedicación exclusiva) en la Universidad
Autónoma de Bellaterra. Nivel de mansedumbre, bajo.
Dispone de medio de transporte de gran simplicidad
estructural pero de muy complicado manejo denominado
Ford Fiesta.

07.23 Gurb es invitado por el ente a subir a su medio
de transporte. Pide instrucciones. Le ordeno que acepte
el ofrecimiento. Objetivo fundamental: no llamar la atención
de la fauna autóctona (real y potencial).

07.23 Sin noticias de Gurb.

08.00 Sin noticias de Gurb.

09.00 Sin noticias de Gurb.

12.30 Sin noticias de Gurb.

20.30 Sin noticias de Gurb.

Sin noticias de Gurb, de Eduardo Mendoza

viernes, 29 de abril de 2016

Torito Zuviría

¡El ojo! ¡El ojo! gritó Mosquera, y concretó-: ¡Se le ha caído el ojo!

Entonces todos dirigimos nuestras miradas al suelo y empezamos a rastrear el patio. Me olvidé del golpe recibido (aunque aún me picaba la nuca) y comencé a actuar. El ojo de cristal de Velázquez no aparecía. Estábamos tan ensimismados en la tarea que ni nos preocupamos por Velázquez. Incluso El Charli se puso a buscar.

¿Qué ojo?había preguntado. Colón le dio las explicaciones oportunas.¡No me jodas!dijo poniéndose a cuatro patas.

De repente, levanté la vista del suelo y vi a Velázquez mirándonos con un gesto de extrañeza. El ojo ceniza estaba en su sitio.

¿Qué hacéis?me preguntó.

Yo no sabía qué contestar. Miré a mi alrededor y sólo vi gente tirada por el suelo. Velázquez movió los hombros hacia arriba y volvió a preguntar, ahora a todos:

¿Eh? ¿Qué buscáis? ¿Puedo ayudaros?

Rodero suspendió la batida, alzó la vista y exclamó:

¡Lo tiene en la cara! ¡Tiene el ojo en la cara!

Y se escuchó la risa de Velázquez. Sí, para sorpresa nuestra, estaba riéndose a carcajadas.

El regate cola de vaca, de Rafael González.

jueves, 28 de abril de 2016

La mañana

A través de las cortinas se derramaba la luminosidad turbia de la mañana. Como de costumbre quiso arrebujarse bajo el embozo para prolongar unos instantes más la somnolencia, pero enseguida supo que no sería posible. El pensamiento de que el día que amanecía iba a ser excepcional para él bastó para acabar de despabilarlo.

Poco después, mientras buscaba las pantuflas en el suelo, tuvo la impresión de que su rostro aún abotagado ostentaba una suerte de sonrisa irónica. Abandonaba el sueño para incorporarse al trabajo en el Tabir Saray, el famoso organismo que se ocupaba del dormir y de los sueños, cosa que habría bastado para provocar en cualquiera que se encontrara en su lugar una especie muy particular de sonrisa. Sólo que él estaba demasiado asustado para sonreír verdaderamente.

De la planta baja de la casa ascendía el agradable olor del té y del pan recién tostado. Sabía que su madre y su nodriza, ya vieja, lo esperaban con inquietud, así que se esforzó por saludarlas con la mayor jovialidad.

—¡Buenos días, madre! ¡Buenos días, Loke!

—¡Buenos días, Mark-Alem, ¿cómo has dormido? 

En los ojos de ambas se percibía un jugueteo mental semejante al suyo, de algún modo vinculado con su nuevo trabajo. Quizá también ellas, igual que él poco antes, habían dado en pensar que aquélla era la última noche en que había podido disfrutar el sueño humano común y corriente. De ahora en adelante, sin lugar a dudas, algo cambiaría.

Desayunó sin pensar en nada concreto, a pesar de lo cual su angustia crecía por momentos. Volvió al primer piso con intención de vestirse pero, en lugar de dirigirse directamente a su dormitorio, entró en el gran salón. El tapiz azul celeste parecía poseer cualidades tranquilizantes. Se acercó a la biblioteca y durante un rato (un largo rato, lo mismo que la noche pasada ante la vitrina que hacía las veces de botica) estuvo mirando los títulos de los libros. Después su mano derecha se extendió para coger uno de los volúmenes, un pesado infolio encuadernado en piel marrón oscura, casi negra. Hacía años que no abría la crónica de la familia. En la portada, bajo las palabras Los Qyprilli desde sus orígenes, una mano desconocida había escrito en francés: Chronique.

El palacio de los sueños, de Ismaíl Kadaré.

miércoles, 27 de abril de 2016

Demonios familiares

Algunas noches el Coronel oía llorar a un niño en la oscuridad. Al principio se preguntaba quién sería, puesto que hacía muchos años que en la casa no vivía ningún niño. Solo quedaba, en la mesilla de noche de Madre, una fotografía sepia, una sonrisa transparente y errática —quién sabía ya si de Madre o del niño—, flotando en la noche, como una luciérnaga alada. Ahora sus recuerdos, incluso los tenebrosos fantasmas de la campaña de África, se parecían cada día más a desperdicios, lo que queda, migas de pan en el mantel, de un antiguo festín. Pero su memoria recuperaba una y otra vez la imagen de Fermín, su hermano mayor. Encerrado en su marco de terciopelo malva, vestido de marinero, apoyado en un aro de madera, y siempre niño. Como un fantasma recurrente —«qué raro, es mi hermano mayor, pero yo tengo más años que él»—, persistía allí, nadie lo había quitado de la mesilla, ni aun cuando Madre ya no estaba, hacía años que él se había casado, había nacido su hija, y Herminia, su mujer, había muerto.

Desde que empezó a anochecer, se había hecho colocar en su silla de ruedas, de espaldas al balcón abierto de la sala. Así quedaba frente al espejo que Madre había hecho colgar inclinado, de forma que quien se mirara en él, o cualquier cosa que se reflejara, parecía que iba a volcarse sobre uno mismo. Todo era entonces, como le gustaba decir a Madre, «un paso más allá de lo que parecía». Cuando él preguntaba por qué el espejo no estaba del todo contra la pared, como los cuadros, repetía ella: «Un paso más allá», con el aire misterioso de alguien que está y no está. Desde su muerte la sentía mucho más cerca que cuando vivía y se deslizaba por la casa sin ruido, siempre en zapatillas, misteriosa, como portadora de secretos y encomiendas guardadas entre algodones de silencio. Y estaba sintiendo más que recordando estas cosas cuando en el ángulo derecho del espejo surgió el resplandor anaranjado, ensanchándose en el cielo.

Demonios familiares, de Ana María Matute.

martes, 26 de abril de 2016

La vida misma

—Permitidme, monsieur Sans-délai—le dije entre socarrón y formal—, permitidme que os convide a comer para el día en que llevéis quince meses de estancia en Madrid.
—¿Cómo?
—Dentro de quince meses estáis aquí todavía.
—¿Os burláis?
—No por cierto.
—¿No me podré marchar cuando quiera? ¡Cierto que la idea es graciosa!
—Sabed que no estáis en vuestro país activo y trabajador.
—¡Oh!, los españoles que han viajado por el extranjero han adquirido la costumbre de hablar mal [siempre] de su país por hacerse superiores a sus compatriotas.
—Os aseguro que en los quince días con que contáis, no habréis podido hablar siquiera a una sola de las personas cuya cooperación necesitáis.
—¡Hipérboles! Yo les comunicaré a todos mi actividad.
—Todos os comunicarán su inercia.

Vuelva usted mañana, de Mariano José de Larra.

lunes, 25 de abril de 2016

En el 400º aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes

Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas de Tormes, hallaron en ellas, debajo de un árbol durmiendo, a un muchacho de hasta edad de once años, vestido como labrador. Mandaron a un criado que le despertase; despertó y preguntáronle de adónde era y qué hacía durmiendo en aquella soledad. A lo cual el muchacho respondió que el nombre de su tierra se le había olvidado, y que iba a la ciudad de Salamanca a buscar un amo a quien servir, por sólo que le diese estudio. Preguntáronle si sabía leer; respondió que sí, y escribir también.

Desa manera -dijo uno de los caballeros, no es por falta de memoria habérsete olvidado el nombre de tu patria. 

Sea por lo que fuere -respondió el muchacho; que ni el della ni del de mis padres sabrá ninguno hasta que yo pueda honrarlos a ellos y a ella.

Pues, ¿de qué suerte los piensas honrar? preguntó el otro caballero.

Con mis estudios -respondió el muchacho-, siendo famoso por ellos; porque yo he oído decir que de los hombres se hacen los obispos.

Esta respuesta movió a los dos caballeros a que le recibiesen y llevasen consigo, como lo hicieron, dándole estudio de la manera que se usa dar en aquella universidad a los criados que sirven. Dijo el muchacho que se llamaba Tomás Rodaja, de donde infirieron sus amos, por el nombre y por el vestido, que debía de ser hijo de algún labrador pobre. A pocos días le vistieron de negro, y a pocas semanas dio Tomás muestras de tener raro ingenio, sirviendo a sus amos con tanta fidelidad, puntualidad y diligencia que, con no faltar un punto a sus estudios, parecía que sólo se ocupaba en servirlos. Y, como el buen servir del siervo mueve la voluntad del señor a tratarle bien, ya Tomás Rodaja no era criado de sus amos, sino su compañero.

El licenciado Vidriera, de Miguel de Cervantes.

sábado, 23 de abril de 2016

Apenas

A veces, hecho de nada,
sube un efluvio del suelo.
De repente, a la callada,
suspira de aroma el cedro.

Como somos la delgada
disolución de un secreto,
a poco que cede el alma
desborda la fuente de un sueño.

¡Mísera cosa la vaga
razón cuando, en el silencio,
una como resolana
me baja, de tu recuerdo!

Otra voz, 1936  Alfonso Reyes

viernes, 22 de abril de 2016

Armarse un toletole

El Diccionario de la Academia incluye la voz tole en los significados de"confusión y gritería popular" y "murmuración o rumor de desaprobación que va cundiendo entre las gentes". No incluye la expresión popular Armarse un toletole, que significa levantarse un gran alboroto  o confusión, y también suscitarse cierto rumor o runrún. Según Sbarbi, en su Gran Diccionario de Refranes, la frase armarse un toletole hace alusión a las palabras tolle-tolle con que en medio de gran algazara y griterío pidieron los judíos a Pilatos que les quitara de la vista a Barrabás y decretara la muerte de Jesús".
Frente a esta opinión de Sbarbi, que me parece rebuscada, opino que tole-tole es una fórmula de repetición, de las que tanto abundan en nuestra lengua, y que carecen de sentido y explicación, como las de zipi-zape, rifi-rafe, etc...
Iribarren, José Mª; El porqué de los dichos. Gobierno de Navarra. Departamento de Educación, Cultura, Deporte y Juventud. Novena edición. Octubre 1996, pág. 36.

jueves, 21 de abril de 2016

Gafado

¿Cuándo se le había ocurrido aquella idea absurda? Dicen que hay que tocar fondo para tomar impulso y salir a flote. Leandro creía que llevaba ya años paseando por el fondo hasta que ocurrió el episodio de los huevos.

Resulta que un día estaba esperando para cruzar un paso de peatones, de vuelta de su trabajo de mierda, después de un día de mierda. Para colmo, iba cargado con un gran cartón con cuatro docenas de huevos que le había encargado su tía Elpidia porque cerca de su oficina los vendían más baratos. Iban a estar cenando tortilla francesa hasta la resurrección de los justos. Por el camino había comprado un cuponazo de la ONCE (seis millones de pepinos de premio). Luego rellenó un Euromillón (bote de treinta y seis millones) y finalmente recogió el décimo de lotería al que estaba abonado (otros tres millones). Esa semana tenía que tocar algo por narices. No era posible que, gastándose lo que se gastaba, llevara seis meses sin pillar un mal reintegro. Uno de esos días iba a ganar un saco de millones y se iba a enterar el mundo. No podría ser tanta mala suerte acumulada, en algún momento la vida le tenía que compensar.

La venganza es dulce y además no engorda, de Gervasio Posadas.

miércoles, 20 de abril de 2016

Volando...

“Tan pronto como despegamos sabía que tendría que volar de ahora en adelante”. Amelia Earhart

martes, 19 de abril de 2016

La esfinge maragata

Vibra el soplo estridente de la máquina que desaloja vapor; cruje con recio choque una portezuela, algunos pasos vigorosos repercuten en el andén, silba un pito, tañe una campana, y el convoy trajina, resuella y huye, dejando la pequeña estación muda y sola, con el ojo de su farol vigilante encendido en la torva oscuridad de la noche.

El único viajero que ha subido en San Pedro de Oza es joven, ágil, buen mozo; lleva un billete de segunda para Madrid, y, apenas salta al vagón, acomoda su equipaje – una maleta y el portamantas– en la rejilla del coche. Luego desciñe el tahalí que trae debajo del gabán y lo asegura cuidadosamente en un rincón. Dentro de su escarcela de viaje guarda Rogelio Terán –que así se llama el mozo– toda su fortuna: poco dinero y hartas ilusiones; el manuscrito de una novela; un libro de memorias con apuntes de peregrino artista, versos, postales y retratos.

Ocupan el departamento dos señoras. Al tenue claror que la lucecilla del techo difunde, sólo se logra averiguar que entrambas duermen: la una sentada a un extremo, con la cabeza envuelta en un abrigo que le oculta la cara; tendida la otra en sosegada postura bajo la caricia confortadora de un chal. Las dos permanecen ajenas al arribo del nuevo viajero; las dos yacen con igual reposo y oscilan con el tren, esfumadas en la penumbra del breve recinto, insensibles a la vida maquinal del convoy, como los inanimados contornos de los almohadones vacíos y los equipajes inertes.

Distrae el caballero unos minutos en cambiar el hongo por la gorra, ceñirse una manta a las rodillas y limpiar los lentes con mucha pausa y pulcritud. Luego previene un cigarrillo, le coloca en los labios con esa petulancia habitual del fumador, y enciende una cerilla.

La esfinge maragata, de Concha Espina.

lunes, 18 de abril de 2016

Campos de Soria

¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria, 
tardes tranquilas, montes de violeta, 
alamedas del río, verde sueño 
del suelo gris y de la parda tierra, 
agria melancolía 
de la ciudad decrépita. 

Me habéis llegado al alma, 
¿o acaso estabais en el fondo de ella? 

¡Gentes del alto llano numantino 
que a Dios guardáis como cristianas viejas, 
que el sol de España os llene 
de alegría, de luz y de riqueza!

Poemas de Antonio Machado.

viernes, 15 de abril de 2016

Nada

Al fin se fueron dejándome con la sombra de los muebles que la luz de la vela hinchaba llenando de palpitaciones y profunda vida. El hedor que se advertía en toda la casa llegó en una ráfaga más fuerte. Era un olor a porquería de gato. Sentí que me ahogaba y trepé en peligroso alpinismo sobre el respaldo de un sillón para abrir una puerta que aparecía entre cortinas de terciopelo y polvo. Pude lograr mi intento en la medida que los muebles lo permitían y vi que comunicaba con una de esas galerías abiertas que dan tanta luz a las casas barcelonesas. Tres estrellas temblaban en la suave negrura de arriba y al verlas tuve unas ganas súbitas de llorar, como si viera amigos antiguos, bruscamente recobrados.

Nada, de Carmen Laforet.

jueves, 14 de abril de 2016

El lucero

Érase una vez, como en los cuentos,
érase una vez, como nunca,
de una gran familia imperial nacida,
una muy hermosa doncella.

Y era la única hija de sus padres,
y maravillosa por todo,
como la Virgen entre los santos
y la luna entre las estrellas.

Por la sombra de  magníficas bóvedas,
ella dirige sus pasos
hacia la ventana, donde en la esquina
el Lucero la está esperando.

Miraba cómo por el horizonte del mar
surge y resplandece,
cómo por las sendas agitadas
guía negros veleros.

Lo ve hoy, lo ve mañana,
y así nace el deseo,
Él, mirándola durante semanas,
cae rendido ante la doncella.

Como su frente soñadora
quedaba apoyada en los codos,
de su añoranza se llenan
su alma y su corazón.

Y con qué viveza él surge
en cada atardecer,
hacia la sombra del negro castillo
cuando ella se le aparece.

Comienzo del poema El Lucero, de Mihai Eminescu.

miércoles, 13 de abril de 2016

El canario

¿Ves aquel clavo grande a la derecha de la puerta de entrada? Todavía me da tristeza mirarlo, y, sin embargo, por nada del mundo lo quitaría. Me complazco en pensar que allí estará siempre, aun después de mi muerte. A veces oigo a los vecinos que dicen: «Antes allí debía de colgar una jaula». Y eso me consuela: así siento que no se le olvida del todo.
...No te puedes figurar cómo cantaba. Su canto no era como el de los otros canarios, y lo que te cuento no es sólo imaginación mía. A menudo, desde la ventana, acostumbraba observar a la gente que se detenía en el portal a escuchar, se quedaban absortos, apoyados largo rato en la verja, junto a la planta de celinda. Supongo que eso te parecerá absurdo, pero si lo hubieses oído no te lo parecería. A mí me hacía el efecto que cantaba canciones enteras que tenían un principio y un final. Por ejemplo, cuando por la tarde había terminado el trabajo de la casa, y después de haberme cambiado la blusa, me sentaba aquí en la varanda a coser: él solía saltar de una percha a otra, dar golpecitos en los barrotes para llamarme la atención, beber un sorbo de agua como suelen hacer los cantantes profesionales, y luego, de repente, se ponía a cantar de un modo tan extraordinario, que yo tenía que dejar la aguja y escucharlo. No puedo darte idea de su canto, y a fe que me gustaría poderlo describir. Todas las tardes pasaba lo mismo, y yo sentía que comprendía cada nota de sus modulaciones.
El canario, de Katherine Mansfield.

martes, 12 de abril de 2016

A cara o cruz

El sabor de la uva morena 
me gustó, el de la rubia también 
dicen que voy por la mala senda 
la tierra tiembla bajo mis pies. 

Y es que el amor es una enfermedad 
que una vez contraída no se cura 
y por más que uno quiera perdura 
y se contagia con facilidad. 

si en el árbol del bien y del mal 
eres fruta prohibida, tú 
no me juegues una mala partida 
yo mordí por instinto animal. 

Pongamos la cosa clara 
busquemos alguna luz 
lo echamos a cara o cruz 
o lo hacemos por la cara. 

Fui a preguntarle al doctor 
si es que soy un caso normal 
o si es mi destino fatal 
el estar de tan mal humor. 

porque todos me rehuyen si me ven así 
será que tengo una pinta muy rara 
o se creen que me he vuelto majara 
mas cuando quiero estar solo vienen a por mí. 

No le reconozco, me dijo el doctor 
pues no sé dónde va usted a parar 
si hasta su sombra ha empezado a cambiar 
y en el caos no hay error. 

Eso me dijo el doctor, 
. La cosa pierde color 
cuando la piensas dos veces 
y más dispuesto pareces 
a pensar en lo peor. 

Esta noche hay rocanrol, vecino 
pero ha empezado a llover 
los del grupo ya están en camino 
y no sabemos qué hacer. 

Pues vamos a ver dijo Don Rufio Datura 
por qué tenéis que perder la razón 
pues sin esfuerzo consigue natura 
lo que ansía vuestro corazón. 

No esperes hoy la tormenta de ayer 
no dura siempre las pena de este infierno 
y aunque el azul del cielo no es eterno 
hasta mañana no vuelve a llover. 

Nunca se puede saber 
lo que va a ocurrir mañana 
salvo que a un fin de semana 
sigue un lunes otra vez. 

La cosa pierde color 
cuando la piensas dos veces 
y más dispuesto pareces 
a pensar en lo peor. 

Pongamos la cosa clara 
busquemos alguna luz 
lo echamos a cara o cruz 
o lo hacemos por la cara. 

Pongamos la cosa clara 
busquemos alguna luz 
lo echamos a cara o cruz 
o lo hacemos por la cara.

A cara o cruz, una de las canciones del álbum La canción de Juan Perro (1987), de Radio Futura. 

lunes, 11 de abril de 2016

El banquete

Con dos meses de anticipación, don Fernando Pasamano había preparado los pormenores de este magno suceso. En primer término, su residencia hubo de sufrir una transformación general. Como se trataba de un caserón antiguo, fue necesario echar abajo algunos muros, agrandar las ventanas, cambiar la madera de los pisos y pintar de nuevo todas las paredes.

Esta reforma trajo consigo otras y (como esas personas que cuando se compran un par de zapatos juzgan que es necesario estrenarlos con calcetines nuevos y luego con una camisa nueva y luego con un terno nuevo y así sucesivamente hasta llegar al calzoncillo nuevo) don Fernando se vio obligado a renovar todo el mobiliario, desde las consolas del salón hasta el último banco de la repostería. Luego vinieron las alfombras, las lámparas, las cortinas y los cuadros para cubrir esas paredes que desde que estaban limpias parecían más grandes. Finalmente, como dentro del programa estaba previsto un concierto en el jardín, fue necesario construir un jardín. En quince días, una cuadrilla de jardineros japoneses edificaron, en lo que antes era una especie de huerta salvaje, un maravilloso jardín rococó donde había cipreses tallados, caminitos sin salida, una laguna de peces rojos, una gruta para las divinidades y un puente rústico de madera, que cruzaba sobre un torrente imaginario.

El banquete, de Julio Ramón Ribeyro.


viernes, 8 de abril de 2016

¿Qué falló?

Follar nunca había fallado en nuestra relación. Fue el banderín de enganche en esa guerra amorosa entre dos potencias contrarias que es siempre el amor. No firmamos papeles definidos en la cama, ni teníamos conciencia de los momentos o los límites. Ni fatiga. El apetito sexual nos hizo ligue de una noche, amantes de verano, pareja inglesa estable. Luego vino el amor, distinto en cada uno de nosotros. Y el amor no acabó con las ganas de follar, que ya es raro. Hasta que se interpuso la ley seca ayurvédica.  Mi gatillazo tuvo aquella noche el efecto de una bomba letal y retardada.

El peluquero de verdad, uno de los relatos que aparecen en Con tal de no morir, de Vicente Molina Foix.